Quisiera compartir una experiencia en Israel que llamó en mí la atención y cambió mi perspectiva de cómo es la vida en la Ciudad Santa.
Para describir mi primera visita a la ciudad antigua de Jerusalem podría usar múltiples adjetivos tales como: emocionante, diferente,hermosa, interesante. La exploraba con entusiasmo, intentaba percatarme de los detalles, de las características arquitectónicas y la historia que describe cada lugar. Claro está que miraba con ojos de turista, pero también con sentimiento de quien de alguna forma regresa a su tierra ancestral, a su patria espiritual.
Una vez llegué al Kotel encontré un nuevo calificativo: pluralista; se veían rezando frente al Muro de las Lamentaciones judíos ortodoxos jasídicos, judíos comúnmente conocidos como datiim leumí (religiosos sionistas), soldados del ejército de defensa de Israel y visitantes de cualquier región del planeta.
Recuerdo que a la salida tomé un autobús y hubo algo por lo que mostré notable asombro: personas religiosas, tanto hombres como mujeres, estudiando las fuentes bíblicas dentro del trasporte público; algo que sin lugar a dudas nunca vi en Latinoamérica.
Recorrí entonces zonas de la parte moderna de Jerusalem y resultó ser un escenario diferente; encontré alegría en las calles: cantos, danzas, arte; hallé mezcla de cultura y tecnología.
No olvido tampoco algo que también percibí: familias judías y árabes disfrutando de igualdad de derechos… y lo entendí como democracia.
Pero Yerushalaim es mucho más que una ciudad, marca un antes y un después, es una experiencia de vida y en ella cada día hay algo nuevo que aprender ¿quién podría negarse a conocerla?
Leshana Haba’a Birushalaim!
Por David Farin, participante de Atzion, Agosto 2015